Tememos el paso del tiempo, aunque es necesario para que fluya la vida. Ser conscientes del presente y buscar la paz interior ayuda a tener un refugio en medio de la cambiante realidad exterior.
La vida es un viaje a través del tiempo y el espacio. Con sus buenos y
malos momentos de los que siempre podemos aprender. Ese viaje
normalmente supone permanecer en la tierra durante "cuatro estaciones":
primavera-infancia, verano-juventud, otoño-madurez, invierno-ancianidad.
Tenemos así la ocasión de experimentar el mundo desde diferentes perspectivas.
Nuestro cuerpo es el vehículo que utilizamos en ese
viaje y, aunque tiene la capacidad de regenerar sus células y repararse a
sí mismo, el paso del tiempo lo va desgastando y, al final, debemos
abandonarlo.
El tiempo cualitativo
Tanto el espacio como el tiempo difieren según sea su "contenido". No
es lo mismo permanecer en un jardín soleado que en un sótano sombrío,
en la montaña que en el mar. Incluso la orientación de edificios o
habitaciones implica diferentes cualidades, positivas o negativas, según
las antiguas ciencias del feng-shui, de la China, y del vastu, de la
India.
Tampoco la cualidad del tiempo es la misma en nuestra época
que, por ejemplo, en la Roma clásica. Ni sentimos que pasa a igual
velocidad si estamos tristes que si estamos contentos.
Cuando
visitamos una ciudad y pasamos de la agitación de las calles con tráfico
a la zona peatonal del barrio antiguo, la vivencia del tiempo cambia
sensiblemente. Hay mayor sensación de paz y el tiempo se vuelve más lento, aunque los relojes marquen la misma hora.
Asimismo, la vivencia del tiempo es diferente según los sexos.
Lo masculino (solar) tiende a proyectarse en el futuro y calcula en
años, mientras que el enfoque femenino (lunar) cuenta los días, atiende
más al presente cotidiano y transmite las tradiciones familiares del
pasado.
También cada raza o cultura tiene su manera de vivir el tiempo, y en el medio rural se siguen más de cerca los ritmos lentos de la naturaleza que en la ciudad.
Vivir el presente
Realmente
solo existe el presente, desde donde podemos recordar el pasado e
imaginar el futuro.
Se
habla en consecuencia de vivir el presente, de aprovechar las buenas
cosas que se nos van justamente presentando. Pero no resulta tan fácil disfrutar del "aquí y ahora". Tenemos tres posibles maneras de hacerlo:
- "Vivir el presente" en el sentido de no hacer planes ni de preocuparse por el mañana. Se trata de ir adaptándose, sin dramatismo, a las vicisitudes que se presentan en el día a día.
- "Vivir en el presente" quizá de una forma más madura, rindiéndose a la evidencia de que solamente tenemos el ahora, pero sin dejar de planificar ni olvidar a los que nos precedieron y a los que nos seguirán.
- "Vivir desde el presente" implica entrar en una dimensión más espiritual del tiempo, un acercamiento al centro inmóvil desde donde se despliega la cambiante realidad exterior.
Conecta con tu ser esencial
Podríamos decir que la vivencia del tiempo varía según nos situemos más próximos o alejados respecto a nuestro ser esencial.
Todo va muy deprisa en nuestra sociedad: los medios de comunicación,
los transportes, la economía. Sin embargo, la rapidez que conlleva
nuestra tecnología actual no solo no logra vencer la barrera del tiempo
sino que nos hace más vulnerables a los aspectos negativos de la
temporalidad.
Son rasgos típicos de nuestra cultura globalizada: la esclavitud del reloj, la agitación, el atender solamente a lo inmediato, el gusto por la novedad, el cambio por el cambio.
Cultivar momentos sagrados
Así
como hay espacios sagrados (templos, santuarios naturales) donde la
presencia del espíritu se hace más evidente, en el transcurso del tiempo
hay momentos en que ciertas influencias espirituales se manifiestan con
mayor intensidad. Puede ser en situaciones astronómicas especiales (solsticios, equinoccios, fases lunares, posiciones planetarias) conocidas por la astrología de las civilizaciones antiguas y que perviven en festividades de nuestro calendario.
La quietud interior
Es
inevitable que a menudo cueste conciliar los aparentes aspectos
positivos y negativos del tiempo. Todo depende del punto de vista en el
que nos situemos:
- El cuerpo físico está condicionado por el espacio y el tiempo (ocupa un lugar y tiene una duración preestablecida);
- El alma no está limitada por el espacio (con la imaginación, o en sueños, podemos desplazarnos a lugares remotos en un instante), pero sí por el tiempo (el pensamiento y las emociones suponen un proceso psicológico que implica duración);
- El espíritu trasciende el tiempo y el espacio, situándose en un presente eterno.
El sentido del humor
También el sentido del humor nos libera por así decirlo de las ataduras del tiempo. Con alegría y un poco de sana ironía se alivian las penas, y los problemas parecen menos graves.
Reírse a veces de las situaciones absurdas que a menudo suceden –como
hacen los chistes o películas cómicas– es una manera de tomar distancia
respecto al mundo exterior y el miedo a lo imprevisto, incluso a la
muerte.
Reírse, también de uno mismo, es bueno para la salud y alivia del peso del exceso de seriedad, del "sentido trágico de la vida" que a menudo cultivamos.
Reconocer que el paso del tiempo es real y a la vez ilusorio
puede añadir algo de sosiego a la angustia existencial que todos
padecemos en la medida que sea. No es fácil aceptar sin inquietud las
pérdidas materiales que el paso del tiempo puede provocar.
Pero el
contento y la calma interior nos devuelven a una posición de equilibrio
en la que se atenúa el sufrimiento y se puede vivir en paz con uno
mismo y con los cambios que conlleva la vida. No podemos modificar el tiempo exterior, pero sí el interior o psicológico.
Un
antiguo poema chino expresa bellamente esa paradoja. Las muchachas de
otro tiempo están sentadas en un bosquecillo y dicen: "Creemos que somos
viejas, que nuestros cabellos son blancos y que nuestros ojos no tienen
el resplandor de la luna nueva. Pero no es así. El único culpable es
nuestro espejo, empañado de invierno. Él es quien pone nieve sobre
nuestros cabellos y deforma nuestros rasgos. El invierno solo reina en nuestro espejo".
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