Cada tradición y cultura aporta distintos ingredientes y visiones que podemos combinar para encontrar o no perder la felicidad.
"TODOS NACEMOS CON FELICIDAD PERO LA PERDEMOS A MEDIDA QUE SUMAMOS CANSANCIO VITAL"

Los niños no necesitan motivos para estar alegres, solo para estar tristes."Si un niño llora, preguntamos: ¿Qué está mal? Pero si un niño ríe y juega y baila alrededor del cuarto, no le preguntamos: ¿a qué se debe la gran celebración? ¿Por qué estás feliz?".
La felicidad es, por lo tanto, una cualidad interior con la que todos nacemos, y la vamos perdiendo a medida que sumamos cansancio vital y teorías sobre lo que necesitamos para estar satisfechos. Al crecer, nos volvemos exigentes y perdemos esa alegría infantil.
Así como no nos sorprende la facilidad de los niños para celebrar la vida, cuando vemos a un adulto con una gran sonrisa, enseguida preguntamos: "¿Qué ocurre? ¿Por qué estás tan contento?".
Necesitamos justificar la dicha, hallarle un motivo, pero "La felicidad no está en un lugar ahí afuera; descansa en el interior, en aquella parte nuestra que es para siempre joven: nuestra alma."
Si la felicidad es algo que ya poseemos, nuestra tarea como seres humanos es desprendernos de todo aquello que entorpece nuestra visión de los dones que hemos recibido.
Para "despertar" la alegría interior, por lo tanto, es preciso pulir esta lente con la que miramos el mundo y a nosotros mismos. Con este fin, se propone:
Dejar de intoxicarse con sustancias que enturbian la mente y la percepción.
No aferrarse a las cosas y a las personas como si fueran eternas. Aceptar que todo resulta efímero y pasajero.
Liberarse de la ansiedad de poseer aquello que en realidad no se necesita.
Meditar para purificar la mente y entender que somos uno con todo lo que nos rodea.
Anclarse al aquí y ahora, que es donde todo está sucediendo.
Este último punto es una piedra angular de la espiritualidad para liberarse de los problemas del pasado y del miedo al futuro.
LA FELICIDAD ES EL CAMINO
El problema es que los seres humanos somos adictos a postergar la felicidad. La diferimos hasta que suceda aquello que nos falta para sentirnos completos. Esto es, en todo caso, un seguro de infelicidad, ya que el aplazamiento puede no tener fin.
El tiempo no espera por nadie... así que deja de esperar hasta que adelgaces, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que este para ser feliz... La felicidad es un trayecto, no un destino.
Si bien, como hemos visto, la dicha humana posee diferentes matices según el lugar del mundo, el denominador común de la infelicidad es aplazar el buen tiempo del corazón.
Al final, los sabios de todas las escuelas coinciden en algo: la felicidad es un producto con una muy corta fecha de caducidad. Si no la consumimos hoy, se echará a perder.
Comentarios
Publicar un comentario