Llenar la mente con lo que podríamos haber hecho mejor, con el miedo a lo que pueda pasar o a lo que piensen de nosotros los demás solo ocupa un espacio precioso para disfrutar de la vida.
Cuando empezamos a sentirnos ansiosos o deprimidos, en lugar de preguntarnos ‘¿Qué necesito para ser feliz?’, la pregunta es: ‘¿Qué estoy haciendo para perturbar la paz interior que ya tengo?’.
La propia palabra pre-ocupación ya resulta muy reveladora. Engloba todo aquello a lo que dedicamos energía en lugar de ocuparnos de las cosas, que es lo que nos procura placer, realización y descanso mental.
Cuando no nos ocupamos de vivir, de disfrutar, de
hacer y resolver aquello que depende de nosotros, nuestra mente se
proyecta hacia escenarios de dudas, miedos y conjeturas. Ya no estamos en el momento, nos hemos perdido en la nube de la preocupación.
Los pensamientos negativos son automáticos
- Pensar en blanco o negro. Separar el mundo entre buenos y malos, amigos y enemigos, es abonar el campo para el conflicto. Tampoco nuestros propios actos son totalmente positivos o negativos. Ver la escala de grises resta intensidad emocional a los hechos.
- Hacer pronósticos. La vida es incierta y nadie sabe lo que va a pasar, pero a la mente le gusta jugar a ser adivina. Y sus oráculos tienden a ser negativos. Además del estrés que nos provoca, podemos generar una “profecía de autocumplimiento”, es decir, acabar haciendo realidad aquello que tememos.
- Devaluar las cosas buenas. Una mente anclada en la preocupación boicotea cualquier logro por el miedo a perder lo conseguido, o a las consecuencias negativas del éxito, como la envidia o la incomprensión de los demás.
- Hacer un drama de cualquier cosa. Hay personas que no se alteran en medio de un gran naufragio, y otras que se ahogan en un vaso de agua. Cada cual decide el relato que da a su historia, cómo interpreta lo que le sucede y si quiere adoptar el papel de víctima.
- Humillarse. Otra forma de maltrato psicológico es fustigarse con pensamientos del tipo “soy un desastre”, “no valgo para nada” o “jamás levantaré cabeza”. Sin darnos cuenta, con estos pensamientos negativos automáticos vamos minando nuestra autoestima y seguridad.
¿Cómo evitar que las preocupaciones nos dominen?
tú no eres tus pensamientos.
Marcar una especie de frontera entre lo que somos y lo que pensamos resta fuerza a todas estas preocupaciones, porque dejamos de identificarnos con ellas y así se diluyen mucho más fácilmente.
Para escapar de esa trampa proponemos darle la vuelta al dolor: “Si perseguir lo positivo es negativo, entonces perseguir lo negativo genera lo positivo. Aquel
dolor muscular que persigues en el gimnasio se cristaliza en mejor
salud y energía. Los fracasos en los negocios son los que, al final, nos
proporcionan un mejor entendimiento de lo que es necesario para tener
éxito” .

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